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Ruta del Cares

En pleno corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa

Que la ruta del Cares es la senda más transitada y alabada de Europa, no es ningún dato nuevo: cualquier amante de la montaña es conocedor de la popularidad y belleza de este intrincado camino leonés que se abre en Caín y tiene su punto de destino en la localidad asturiana de Poncebos. Una ruta enclavada en una profunda garganta excavada por el río Cares, en el corazón mismo del Parque Nacional de los Picos de Europa.

Esta ruta cobró vida y popularidad turística: por las gentes de sus pueblos, por las cabras, la trashumancia y los quesos; por la necesidad, la tradición y el amor de sus habitantes a este trozo de Tierra es por lo que, hoy, cualquiera puede recorrer la ruta del Cares con enorme facilidad y gran deleite.

A cambio de estas aparentes incomodidades, obtendremos otros beneficios, ya que lejos del enorme trajín de personas que se suele encontrar en los meses estivales, hoy reina el silencio absoluto: ese tipo de silencio agradable formado por ruidos naturales de agua, trinos, viento y hojas de árboles bailando.

Si esto fuera una descripción de ruta al uso, habríamos de comenzar diciendo que la ruta va desde Poncebos a Caín (o desde Caín hasta Poncebos) en un tramo de 13 kilómetros de sendero que discurre a media altura por un agreste desfiladero, entre enormes paredes verticales de caliza gris y atravesando peligrosos precipicios. Diríamos también que a este lugar se le conoce como ‘La Garganta Divina’, que divide el Macizo Occidental y Central, y que es una ruta completamente accesible, muy fácil, indicada para todo tipo de senderistas. Y no mentiríamos.

Pero, como estas letras pretenden acercarnos a otra perspectiva de la ruta del Cares, a esta descripción general le vamos a añadir un dato que hace que cambien un poco las perspectivas (interiores) a la hora de comenzar a andar: antes de que existiera el camino que hoy vamos a recorrer, mucho antes –incluso- de que se descubriera América, ya era recorrido por los pastores y los habitantes de estos pueblos, obligados a cruzar y trazar caminos en sus intrincados riscos para ganarse el pan, con trashumancia, esfuerzo y un valor y arrojo digno de héroes de leyenda.